Cuando se anunció el otorgamiento del Premio Nobel de Literatura 2010 al escritor peruano Mario Vargas Llosa, se resaltó, entre otras cualidades, su "cartografía de las estructuras del poder, sus afiladas imágenes de la resistencia, rebelión y derrota del individuo". Al respecto, cabe recordar que en un ámbito tan sensible como son los derechos humanos, Vargas Llosa también ha sabido abordar temas tan especializados como la antropología forense, con el aval y la experiencia de haber presidido una Comisión Investigadora , durante el segundo gobierno del ex presidente peruano Fernando Belaunde Terry, a propósito del asesinato de los periodistas en Uchuraccay, Ayacucho y ser designado, por el actual gobierno, Presidente del Museo de la Memoria Colectiva de los Derechos Humanos.
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Con ocasión de la investigación Operación Che: Historia de una Mentira de Estado de los periodistas Maite Rico y Bertrand de la Grange, publicó en el diario El País de España, el 10 de marzo de 2007, la reseña crítica titulada Los Huesos del Che, que en realidad es una introducción al trabajo de estos polémicos periodistas. Vargas Llosa repara en los argumentos de Rico y de la Grange tres observaciones que todo antropólogo forense debe tener siempre presente:
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1.- La importancia de las declaraciones y del testimonio de los pobladores en las investigaciones. Es inadmisible que, en América Latina, los casos concluyan con versiones de los testigos absolutamente opuestas a las conclusiones de las Comisiones investigadoras. Vargas Llosa lo sabe porque en la Comisión que él presidió en el caso Uchuraccay, la comunidad mantuvo una posición coherente y unanime sobre los sucesos. Sin embargo, por alguna extraña razón, y curiosamente, en la actualidad, a pesar del surgimiento de dizque expertos y del alto desarrollo científico y tecnológico de las ciencias forenses, la mayoría de las investigaciones terminan en medio de escándalos y severamente cuestionadas por objeciones sencillas pero precisas de la población. Al parecer a estos forenses el protagonismo y la soberbia los han llevado a ignorar el elemento más relevante de una investigación : la versión del testigo.
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2.- La transparencia que debe existir en toda investigación que esté orientada a la elaboración de conclusiones contundentes no puede escatimar utilizar todos los medios que estén a su alcance para evitar suspicacias. En la investigación sobre los restos del Che, se presenta una situación muy familiar a los casos que actualmente se registran en América Latina, se trata de la búsqueda de 23 entierros conteniendo los restos óseos de 36 guerrilleros que perecieron en 1967 en diversas circunstancias y combates en Bolivia. En el transcurso se tiene que evaluar 50 versiones de sitios donde habían sido enterrados los guerrilleros, se encuentran los restos óseos de 31, la mayoría muy fragmentados, en donde, al final, son encontrados los restos del Che y seis de sus acompañantes, siendo los restos del jefe guerrillero los últimos en ser desenterrados. Ante esta situación, el médico forense Jorge Gónzalez, entonces director del Instituto de Medicina Legal de La Habana y quien dirigió la investigación, se había comprometido a someter los restos a la prueba del ADN, sin embargo, sorpresivamente, lo reconsideró y desistió. Esta decisión fue respaldada por otro de los participantes, Alejandro Inchaurregui, nada menos que un discípulo del forense estadounidense Clyde Snow y que 1984 fundó el Equipo Argentino de Antropología Forense ( EAAF ).
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3.- La objetividad científica y la neutralidad ética que debe caracterizar al profesional forense no puede olvidar que, independientemente a sus simpatías o animadversiones, su misión es la identificación del cadáver o los restos óseos. En este sentido, Vargas Llosa ilustra esta disyuntiva con el significado de la persona del Che : "No importa que los historiadores serios muestren, en trabajos exhaustivos, que el Che Guevara real, de carne y hueso, estaba muy lejos de ser ese dechado de virtudes milicianas y éticas. Que fue valiente, si, pero también sanguinario, capaz de fusilar a decenas de personas sin el menor escrúpulo, y que, desde el punto de vista militar, sus fracasos y errores fueron bastante más numerosos que sus éxitos".
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Lamentablemente, estas tres deficiencias que Vargas Llosa observa, con gran inteligencia y lucidez, en las investigaciones a propósito del asesinato del Che Guevara, se siguen presentado como una alarmante constante en la mayoría de los casos en América Latina.
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