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Cuando el historiador Hiram Bingham, la Universidad de Yale y la National Geographic Society realizan el descubrimiento científico de Machu Picchu, sabían que iban a hallar algo, pero creyeron haber encontrado la Vilcabamba de Manco Inca. Entre otros indicios, los estudios del osteólogo George Eaton, les señalaban que estaban frente a un santuario religioso donde habría existido un importante acllawasi o “casa de las escogidas”. En efecto, por la morfología grácil de la mayoría de las 174 momias encontradas, Eaton consideró que el 80% de estas pertenecían a mujeres. Además, estas en vida no mostraban huellas de haber realizado actividades físicas significativas . Por tanto, Bingham concluyó que un lugar con esas características indicaba que definitivamente estaban frente a un recinto de este tipo.

Desde entonces, en las investigaciones sobre Machu Picchu han surgido, nuevas evidencias que han ocasionado se convoque la participación de diversas disciplinas como la historia, la medicina, la física, la química, la geología, la arquitectura, la paleografía, entre otras, para procesarlas, a través de la datación cronológica del radiocarbono, el estilo arquitectónico inca, la cerámica predominante, los archivos del Cusco y conocer más detalles sobre la vida cotidiana de sus pobladores. De tal manera que hoy conocemos cosas de Machu Picchu realmente insólitas como que su nombre, que significa machu= viejo y picchu= cumbre o montaña, proviene no del incanato sino de la época virreinal; que el Batolito de Vilcabamba, sobre el cual se asienta, tiene una antigüedad de 250 millones de años; que en las momias halladas se han detectado ya dos posibles casos de tuberculosis; que al parecer fue propiedad del inca Pachacutec; que cuenta con templos, plazas, andenes que no tuvieron función agrícola, y otros aspectos como la dieta de su régimen alimenticio.
La Antropología Forense es una ciencia nueva, sin embargo en su trayecto ha acumulado una importante experiencia que le ha permitido definir ciertos procedimientos, a partir del reconocimiento de los alcances y límites de sus métodos y técnicas. Para ello los investigadores más prestigiosos en el mundo han tenido que recurrir al apoyo de diversas disciplinas científicas articuladas por la criminalística. En la actualidad, ya se han conformado varios grupos de antropólogos forenses, muchos de los cuales han participado en casos en diferentes partes del mundo. Pero esto no implica necesariamente que haya un mejoramiento en la calidad de estas tareas. Por el contrario, hay dos posiciones claramente demarcadas la primera, propuesta y empleada fundamentalmente por los peritos que han participado en las intervenciones del Tribunal Penal Internacional, dependiente casi exclusivamente de la arqueología, y que busca la uniformización de los parámetros y rangos antropológicos, y la segunda representada por expertos forenses avalados por importantes investigaciones antropológicas que han realizado en sus respectivos países, y quienes consideran que una condición sine qua non para la identificación de las personas vivas, cadáveres o restos óseos es la construcción de los parámetros y rangos antropológicos de la población.
En tal sentido, la ciudadela de Machu Picchu, como muchas otras maravillas en el mundo, y los valiosos aportes de investigadores como John W. Verano, son pruebas irrefutables que solo una honesta y auténtica investigación científica es lo único que nos puede permitir conocer la verdad.
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